domingo, 30 de octubre de 2011

Lo admito, te admiro.

Como no soy capaz de decírtelo lo escribo para mí, por si algún día se me olvida .
Nunca aprendí a abrazarte
Pero entre enfado y grito no he hecho otra cosa que admirarte

Cuando no estabas en casa acostumbraba a meterme en tu habitación, sentarme en tu silla, de respaldo alto y posa brazos gigantes.
Me gustaba sentarme ahí y perderme entre tus recortes de cine. A penas entendía lo que ponía en tus anotaciones porque a pesar de que la tinta se deslizaba en tu pluma y las palabras chorreaban a borbotones tu caligrafía aunque bonita era algo indescifrable. Supongo que como tu corazón.
No sé por qué nunca te he dicho esas cosas. Será que de este modo sabrías cuánto te quiero y yo sería más vulnerable.
Te enfadas, te enfadas muchísimo, constantemente. Y yo te grito  porque somos iguales, dos polos negativos, y en este campo magnético parece ser que gana quien diga la última palabra. Pero aunque tus palabras a veces son de hielo, el hielo se derrite, y a mí ya no me engañas. No eres capaz de hacer daño a nadie.

Ahora estás ahí, detrás de esta puerta, pensando con qué argumento arrebatarme la razón, y yo, mientras escribo que te quiero, preparo alguna contestación destructiva.

Aunque desde fuera nuestra relación pueda parecer un poco destructiva tú y yo lo sabemos. Nos queremos entre paréntesis.
Agárrame fuerte y nunca me sueltes.

lunes, 17 de octubre de 2011

Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones.





















-¿No es maravillosa la revolución cultural de Mao?. Todo Pekín inundado, por millones de jóvenes con el libro rojo en las manos.
-Sería una auténtica revolución cultural si cada joven llevara su libro preferido.